Capítulo Dos


Al conocer a Edith me pareció una chica encantadora; siempre ha sido dulce y tierna; esas cualidades me encantan de una mujer, y nunca claudiqué en los asuntos propios de la galantería, pues no podía imaginar que de una fotógrafa fuera a gustarme la forma en que su cabello se desparramó sobre sus hombros en cuanto la pinza dejó de sujetarlos, así fue cómo reaccioné a sus encantos y decidí hablar por primera vez con ella.
—Me gustan tus ojos —le dije repentinamente porque es verdad, tiene lindos ojos.
—¿En serio? —pregunta tomándola por sorpresa, ella luce sorprendida.
—¡Edith! Tu nombre es Edith.
—Sí, ese es mi nombre —exclama con una leve sonrisa.
—Si no tuvieras novio te daría mi número.
—Bueno si no supiera que tienes varias novias te lo pediría.
Me atrapó. Edith sonríe y solo me ve, suspira y se da la vuelta.
—Espera bonita.
Con una linda sonrisa se detiene, y se da la vuelta para encontrarme frente a ella.
—¿Si me das tu número no dejaré de enviarte mensajes?
Me mira incrédula, porque de hecho pensé que el siguiente paso a seguir, era fingir en la cafetería o donde me la volviera a encontrar que esta conversación nunca ocurrió.
—¿Qué te hace pensar que te lo daré? —cuestiona cruzándose de brazos, haciendo que la blusa se ajuste a su pecho. Si, hacia bastante calor.
—No sé si tú lo harás, pero yo sí, ¿sabes que haré incluso? —me acerco e inclino hacia ella, sus ojos nunca dejan de observarme— llamarte, voy a llamarte cada noche, porque tu voz es un antojo que suena delicioso de escuchar y que encanta ver esos labios tuyos moverse mientras hablan.
Oh bueno, ese dialogo sonó de ligas mayores, y después de eso creí que le daría taquicardia ante mis palabras.
—Tú sí que tienes un dialogo muy definido con las mujeres que crees que con eso todas caemos rendidas a tus pies —la escucho decir, y ríe suavemente al darse la media vuelta.
Rayos, también tiene bonito trasero, su novio es un bastardo afortunado —pensé.
Sin lugar a dudas, Edith es sexualmente muy atractiva. En ella hay algo enormemente cautivador, un compendio de un impresionante carácter que, a su vez, está aminorado por el atisbo de niña miedosa que tan sutilmente dejaba aflorar en determinados momentos. Sus enormes ojos dorados eran tan fascinantes que me dejaban sin aliento. Su cuerpo, aunque menudo y discretamente oculto, se adivina femenino y hermoso. En aquel entonces estaba convencido de que podría sentir algo especial por ella y me dejé llevar, deseando agarrarme de cualquier cosa que consiguiera sacarme de ese letargo emocional. A lado de esa atractiva chica, poco a poco mi vida comenzó a tener sentido. Así fue como después de esa primera cita vinieron otras muchas y el escenario pasó a ser otro sin dejar de ser lo que eres en esencia.
Hoy en día, mientras recorro las calles en busca de no sé qué, un nudo de ansiedad me oprime el estómago con solo pensar en el compromiso que conlleva estar cerca de ella. Pues bien, el engranaje de la maquinaria que me llevaría al altar ya se había echado a andar sin tener la necesidad de decir ni sí ni no, y Edith ya se había dado vuelo poniéndose en contacto con un par de empresas de elaboración de eventos pues ya había visitado varios restaurantes Vintage en San Miguel de Allende. Yo en cambio en la toma de decisiones, estaba completamente al margen pero no me importaba, todavía estaba habituándome a la idea del matrimonio, tal vez me había autocensurado mentalmente por ceder sin apenas oponer resistencia.
Por la tarde ya caminaba mejor, y comencé a bajar las escaleras en compañía de Alicia, no había muchas personas en los pasillos por lo que nos facilitó en demasía el bajar mientras recordaba lo bien que encajaban mis manos en la cintura de Edith, su perfume y hasta el tono de su voz.
—¿Podrías dejar de ser tan platicador?
Alicia parecía perder la paciencia. No me había dado cuenta que no le prestaba la mínima atención por seguir pensando en…
—No, espera, no tan de prisa Diego, me vas a tirar.
Aunque la escuchaba hablar a diario mi corazón comenzaba a latir más de prisa cuando Edith se cercaba, y con su voz endulzaba mis oídos.
—Edith, si no le echas ganas al bajar cuando lleguemos a la cafetería ya va a estar cerrada —noto como Diego intentaba ahogar una carcajada.
De pronto, apresura el paso y justo al girar ella aparece.
—¡Auch! —gritó Edith al recibir el impacto contra mí pero mis reflejos no me decepcionaron y pude reaccionar a tiempo para rodear su cintura con mis brazos, y mi cerebro se disparó en un segundo.
—Lo siento, Edith —siempre que estaba cerca de ella mi juicio se iba de vacaciones.
—Vaya que romántico, espero no morir en estos días —dijo Alicia.
Al decir eso, Diego soltó una carcajada para restarle peso a la incómoda situación, sobre todo para disimular no percatarse de que nuestra respiración ahora era irregular. El comentario de Diego no me hizo ninguna gracia pues bien sabía que corría peligro nadando entre tiburones, y no poder estar cerca de ella más tiempo y poder cuidarla me estaba volviendo loco, en verdad sentía que tenía que estar a su lado, una extraña fuerza me guiaba hacía ella cada segundo del día.
—No digas tonterías.
Ok, tal vez no empleé la mejor de las expresiones y el rostro de Edith de inmediato cambió.
—¿Nos podemos ir, Edith? —dijo Diego e intentó que la soltara pero no se lo permití.
—Gracias de nuevo, señor Flores, ya me puedes soltar.
Me encantaba como sonaba mi apellido en sus labios e imaginar cómo sonaría mi nombre en su boca hacía que otra parte de mi anatomía se despertara, por eso debí soltarla, no deseaba que notara mi deseo por ella, que haría cualquier cosa que me pidiera para poder hacerla gritar su nombre, volverla loca, acariciarla y explorar cada centímetro de su cuerpo.
—¿Necesitas ayuda, Edith? —preguntó una inoportuna Alicia.
—No —dijo Diego
—No —replicó Edith.
—Hoy Edith anda algo distraída y no puede coordinar el cerebro con sus pies, se podría decir que activó el modo zombi pero me tiene a mí para ayudarla en lo que necesite.
—Cállate, Diego —respondió Edith mientras se sonrojaba por sus palabras.
Me encantaba ver como sus mejillas se teñían de rojo. Sin que le dijeran nada más Alicia tomó a Edith del brazo y la ayudó a bajar el escalón restante, sobra decir que eché humo por las orejas por la actitud de mi jefa.
—Listo, asunto arreglado —dijo Alicia.
—Vámonos a desayunar, ¿gustan venir? —preguntó Alicia.
—No —respondieron Edith y Diego al unísono.
No hace falta explicar que tres pares de ojos la miraron de forma desconcertante, sobre todo los míos.
—A lo que me refiero es que tenemos poco tiempo… Mmmm… Tenemos una presentación —intentó explicar Edith.
—¿Cuál presentación? —preguntó Diego.
—La presentación, aquella de liderazgo, la presentación Diego, ¿recuerdas? —le suplicó con la mirada que le siguiera la corriente.
Internamente sonreí al verla tan nerviosa. Alicia se dio cuenta de la divagación en la cara de Diego intentando entender un poco de lo que quería explicar Edith sin mucho éxito, como si de pronto se hubiera vuelto loca. Diego volvió a dudar pero al ver más detenidamente los gestos de Edith sonrió disimuladamente.
—Claro la presentación —dijo con un tono de diversión pero calló por un momento y pudo notar como el cerebro se le encendía—. Cierto, la presentación, inicia en media hora y muero de hambre, vámonos Edith —su expresión cambió totalmente.
Sonrío internamente, me encantaba saber el efecto que causaba en Edith, las miradas intensas que me dirigía me hacían comprender que lo único malo en ella era que tuviera como novio a un estúpido y no lograba comprender cómo es que no me mandaba a la chingada.
—Demonios en verdad no puedes caminar más rápido —la voz de Alicia me regresó a la realidad—. Bruno, ¿has notado lo tarde qué es?
A paso lento continuamos hasta llegar a la cafetería y repentinamente recibí un golpe en la cabeza.
—¿Qué te pasa? —casi le gritó a mi propia jefa.
—Deja de babosear y comienza a caminar como la gente que no te creo la pendejada esa del pie torcido —me dijo en voz baja para que sólo yo lo escuchara, y acompañó la expresión con una sonrisa burlona.
—Babosa —le respondo mientras caminamos al estacionamiento.
Camino hacia el estacionamiento fue difícil poder continuar con la conversación porque muchos compañeros saludaban a Alicia, algunos preguntándole sobre algún proyecto o simplemente para saludarla e invitarla a comer. En ese tiempo estuve analizando los pros y contras de mandarle algún mensaje a Edith para disculpar mi comportamiento, pero en todas fracasé y terminé más frustrado de lo que pretendía.
—¿Puedes dejar de jugar con ese maldito celular? Me vuelves loca.
—¿Disculpa?
En ese momento me percato de que nos encontrábamos frente al auto de Alicia. Ella me dedicó una sonrisa cómplice como sí hubiera descubierto los secretos del universo. Salimos de las oficinas. Todas las mañanas íbamos al mismo sitio "La Vie" así que ya no era necesario decir nada, comienzo a entrar a la sección de mensajes y escribo:
―¡Hola! Espero que lograras desayunar…
No, eso era una mala idea no podía mandarle nada puesto que seguiría entusiasmándola, al contrario debía alejarme de ella y…
—Dime de una vez por todas lo que te sucede.
—Tengo muchos asuntos pendientes.
—No te creo pero no te voy a presionar —asentí débilmente—, pero si quiero dejarte algo en claro —la miré por el espejo retrovisor.
—¿Qué?
—Edith es una buena chica, no es como nosotros, olvídala. No querrás seguir rompiendo su corazón, ya bastante lejos has llegado al seguirle la corriente con lo de la boda.
Sus palabras me cayeron como un balde de agua fría, era cierto no podía seguir avanzando, ella tenía demasiado que perder mi lado, cerré los ojos mientras me decían las numerosas razones por las que ella estaba fuera de alcance sin importar cuánto deseara que estuviera entre mis brazos, sin importar cuánto resintiera no sonreírle cada mañana al verla llegar. Cuando estaba a punto de replicar y decirle que se equivocaba ya nos encontrábamos en el café. Alicia no volvió a tocar el tema, y le agradeció su discreción.
—Me platicaron sobre un trabajo en Querétaro, ¿te interesa?
—¿Querétaro? —repliqué.
—Sí, es un proyecto muy atractivo, podríamos conseguir un contrato por dos años.
—Claro, suena bien, avísame cuando tengas una idea más concreta sobre el proyecto.
Sabía que era injusto con Alicia pues lo único que ella buscaba era animarme pero no lograba enfocarme en nada. Alicia me miraba de forma expectante.

* * * * * * * * * * *

Edith cautiva mis sentidos de mil maneras distintas pero me niego a aceptarlo. A ella la envuelve un delicioso halo de inocencia que la gran ciudad de Puebla no había sido capaz de quebrantar. Era intrépida y decidida, pero carecía de la malicia y astucia tan abundante en casi todas las mujeres con las que yo solía tratar. Ella dominaba la ironía, pero desconocía la frivolidad. Yo en cambio, solo me relacionaba con las mujeres con el único fin de proporcionarnos mutuo placer. Nunca solía haber preguntas ni promesas, y ellas accedían gustosamente a obtener de mí lo único a lo que estaba dispuesto a desprenderme: el sexo, dejando al margen solo relaciones truncas pues nunca me había considerado un hombre excesivamente sentimental. Hacía siglos que la sonrisa de una mujer atractiva sólo me servía para calentarle la entrepierna, sin embargo y por increíble que pareciera, Edith estaba tocando puntos que ya creía marchitos o sin vida. Me apetecía acostarme con ella, sí, pero también disfrutaba cuando conversábamos. Me gustaba observar sus reacciones y hasta me parecía entrañable la forma que ella tenía de colocarse el cabello detrás de la oreja para luego esbozar una sonrisa y mover la cabeza ya a un lado ya al otro. Era demasiado receptivo a sus halagos y una de las tantas razones por la que la buscaba era para expresarme. Sabía que ella no era mi tipo, que estaba a años luz de parecerse a cualquiera de las mujeres que a mí me gustaban. Por ello sus insinuantes atenciones me desconcertaban. Un indicio de culpabilidad afloró mi conciencia, era mi novia y, sin embargo, no sentía de mi parte compromiso, mientras ella estaba enamorada y dispuesta a contraer matrimonio con un hombre que la quisiera aunque sea un poco. Sabía también que ella merecía tener a su lado a un adulto responsable y maduro que deseara una vida en común junto a ella. Ella decía que la había salvado del abismo emocional al que se precipitó cuando sufrió la violación de su propio ex novio, razón por la que deseaba abandonar esta vida. Había estado junto a mí en los momentos difíciles y me había enseñado el camino para volver a llenar mi vacía y destartalada alma. Ella solía decir que después de varios días del "suceso", el ausentismo y bloqueo emocional, la abrumó mí interés por ella como si la hubiera devuelto al mundo de las sensaciones, y le satisfacía que estas fueran tan agradables. Sus elogios e insinuaciones actuaban como una inyección de ánimo sobre mi apatía, porque a pesar de que tenía fama de mujeriego, también era mucho más atractivo que cualquiera de los hombres con los que hubiera salido nunca.
Casi terminaba el día y yo seguía sin animarme a enviarle un mensaje ó a hacerle una llamada, esta vez sí que le di motivos para estar molesta con mi proceder. Quizá estoy imaginando cosas que nunca sucederán y que solo sabré si me comunico con ella, pero, ¿en qué estoy pensando? Peca de amable, es una dama en toda la extensión de la palabra que trata de ser agradable para adaptarse a mí. Demonios Bruno, ¿dónde tienes la cabeza? ¡Está jugando con mis pensamientos! Cuando dio la hora de salir me resigné en mi cobardía aunque no puedo negar que estaba demasiado confundido y no sabía distinguir si era porque no me había atrevido a enviar un mísero mensaje o por saber que le era completamente indiferente, Alicia solía quedarse un poco más tarde al terminar la jornada laboral, intenté relajarme lo más que pude. Vamos Bruno, tienes que dejar de pensar en Edith, si hubiera querido saber de ti ya tuvo tiempo de sobra para hacerlo, es tu novia, ¿en qué mierda piensas? Cerré los ojos y recargué la cabeza en la pared mientras metía el celular en una de las bolsas del pantalón, ¿por qué si tenía un novio tan atento como Edith porque no le dedicaba más de un segundo?

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